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16.7.14

No nos gusta lo que las emociones dicen…

En el artículo anterior  hablaba de las relaciones que establecemos con las emociones a partir de la dualidad “me gusta -  no me gusta”. Las emociones que nos gustan, la retenemos; y las que no nos gustan, las reprimimos. De una u otra manera, entorpecemos el fluir de la energía emocional y la misma se estanca en el cuerpo.

Una vez que comprendemos que no somos las emociones que sentimos ni que estas nos definen dejamos de relacionarnos de manera dual y simplemente estamos: estamos tristes, estamos enojados, estamos con miedo. Estar en vez de ser. Es un poco mas liviano, ya que el estar es pasajero.

Las emociones tienen un mensaje, contienen información sobre lo que es necesario hacer en nuestra vida para retornar al punto de armonía. Lo que sucede muchas veces (la mayoría diría yo) es que el mensaje que la emoción contiene no nos gusta para nada y no tenemos ni ganas de hacerle caso.

Las ideas mentales tienen mucho peso, las expectativas, los deseos, los planes nos llevan a ignorar el mensaje emocional y seguir con nuestra vida como si nada hubiera pasado, como si la emoción no hubiera existido.

Al poner la idea mental, lo que “debiera ser”, por encima del mensaje emocional estamos nuevamente reprimiendo esa energía y estancándonos en un estado de no-armonía.

Lo que nos sucede tiene un sentido. No podemos hacer como que nada ha pasado. Podríamos en vez, prestar atención a estos mensajes y de esa manera acomodarnos mas fluidamente en la propia vida.

Qué dicen las emociones?

La tristeza:
Nos dice que debemos dejar ir. Nos habla de la necesidad de desapego, del ciclo natural de la vida y la muerte. Debemos ir a la introspección, a la oscuridad de la noche, para poder comprender la impermanencia de todas las cosas. Todo cambia y debemos ir con el cambio.
Cuando estamos tristes debemos soltar aquello que ha muerto: una relación, una amistad, una idea, un proyecto, una expectativa no cumplida, para poder entrar en la siguiente etapa del ciclo que transitamos.

El enojo:  
Nos dice en primer lugar que tenemos mucha energía disponible y también que debemos poner límites ante las invasiones de otras personas sobre uno mismo. Las acciones deben ser claras, concretas y poderosas.
Cuando nos enojamos debemos utilizar esa energía para delimitar el propio terreno e impedir las invasiones, generando un poco de aislamiento y distancia con el entorno hasta tanto la explosión inicial del enojo ceda y luego podamos entrar en una etapa de negociación.

La alegría:
También tiene mucha energía. Nos dice que debemos florecer, inundar con nuestro aroma a todo lo que nos rodea, contagiar, expandirnos, sin perder atención en la vida y en el cambio que se vendrá. La alegría siempre es impermanente, tiende a apagarse.
Por ello, cuando estamos alegres debemos aprovechar el momento, centrarnos plenamente en el momento presente y expandir nuestra existencia en todas direcciones.

El miedo:
Nos dice que debemos prestar atención, ir con cuidado, lento y observando. Nos ayuda a frenar  a considerarnos en el propio cuerpo. Nos indica que debemos cuidarnos, preservarnos.
Cuando sentimos miedo debemos parar, observar, limitar nuestras acciones, quedarnos quietos fundiéndonos con el entorno hasta que descubramos la amenaza, para luego movernos con precaución.

La preocupación:
Relacionada con la necesidad de control y el pensamiento obsesivo, nos dice que debemos salir de nuestro mundo interno para ver la realidad y el amplio panorama total. Nuestra mente nos atrapa y crea una realidad falsa que nada tiene que ver con lo que sucede en el mundo.
Cuando estamos excesivamente preocupados debemos ampliar nuestro mundo, salir de la zona de confort, situarnos en el mundo hasta que logremos poner foco en lo real de la vida.

Tristeza, enojo, alegría, miedo y preocupación: las cinco emociones básicas de la medicina china con las que debemos aprender a relacionarnos y saber escuchar.