BUSCAR EN TAI CHI DEL PARQUE

17.11.10

Ser una piedra en el jardín

Que bueno es observar como todo sucede a tu alrededor sin modificar tu postura, siquiera tu respiración. “Zazen es estar sentado en la mente” dice Julio, el no-maestro del Zen con quien practico.

Llegar a la práctica de zazen es sacarse los zapatos, dejarlos ordenados donde corresponde y como corresponde. Es saludar en silencio al entrar al lugar de práctica y sentarte en un almohadón. Si te toca colaborar, tocas una madera que cuelga de la pared con un martillo, también de madera, según una secuencia de golpes fuertes, suaves y normales que no tiene ningún sentido aparente. Solo hay que tocar de la manera indicada en el momento indicado. Luego prender un sahumerio y una vela y esperar. En reconocimiento al esfuerzo que hizo Buda y sus sucesores por nosotros, se los saluda con tres prostraciones. Y hasta ahí, no entendiste nada aun de lo que es el zazen. Si te cuestionaste todo lo que hiciste hasta ese momento, diciéndote que no tiene sentido y discutiendo con cada acto, te va a costar estar quieto la próxima hora mientras los demás hacen zazen. Si dejaste tus cuestionamientos de lado, permitiste que tu mente no domine y simplemente te dedicaste a hacer, te sentarás cómodo en el almohadón para pasar la hora más atenta de tu vida.

El ritual sigue pero tu mente ya está 100% en el momento presente. Un campanada, dos, tres… ocho en total que son en realidad una sola, no puedes recordar la anterior porque tienes que vivir la que está sonando. Luego, 3 más: en sus marcas, listos, ya! Y en vez de acelerarte y correr, te quedas quieto, sintiendo como tu respiración es cada vez mas lenta y profunda.

Pensamientos cayendo al vacío.
Los pensamientos surgen, las emociones siguen ahí. Uno es el que se corre y observa. Sólo respira. Como los “lemmings”, los pensamientos vienen en filita, uno tras otro en busca de tu atención, quieren que los cuides y los atiendas. Pero en este caso, hay que dejarlos caer al vacío, perder el juego, una y otra vez.

Cuando menos te diste cuenta, uno te atrapó y lo estás mimando y abrazando. Es que se cayó tu atención por el pozo. Lo más común es, al darse cuenta, recriminarse por esa pérdida de atención, pero en zazen eso no vale, porque la recriminación es otro pensamiento que te atrapa. Cuando te das cuenta, lo único que haces es concentrarte nuevamente en respirar.

Después de un rato, suena una campana y te paras. Caminas de la forma más lenta que existe en el mundo. Avanzas solo medio pie cada vez que exhalas. Pasaron diez minutos y no puedes creer que fueron solo 2 metros. ¿Cuántas cuadras caminas en 10 minutos un día de lluvia?

Te sientas mirando la pared y vuelves a observar tus “lemmings” por un rato más. Al final, lees unos sutras, poesías, rezos, cualquier nombre no tiene importancia. Lo importante está en el contenido, y como el resto del zazen, debes estar atento al momento presente: cada palabra es la que importa.

Saludas, te calzas y te vas a tu casa. Y todavía no entendiste que es zazen.

Pero, si mantienes ese estado de atención fuera de la clase, serás entonces como una piedra en el jardín, inmutable, aunque a su alrededor pasen los bichos, caiga la lluvia, te cague un perro. Porque zazen es estar sentado en la mente, siempre y cuando te encuentres sentado. Zazen es cocinar cocinando, manejar manejando, escribir escribiendo o jugar jugando. Mientras tu mente se encuentre en el momento presente y haga lo que tu haces, estarás en zazen.