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2.3.10

La elección

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Una mujer caminaba por un arroyo corriente arriba. Sus pasos eran lentos y cansados por el esfuerzo que hacía al caminar por el agua. Además, cargaba en sus hombros dos bolsas de ropas, que al mojarse pesaban ahora el doble.

Un anciano que estaba sentado en la orilla, vio a la mujer y le preguntó: - ¿Por qué caminas por el medio del arroyo cuando podrías hacerlo por la orilla?

La mujer se detuvo y lo miró pensativa. – No lo se. Dijo ella. – Soy costurera, como lo fue mi madre y la madre de mi madre. Llevo la ropa remendada al pueblo que se encuentra en el nacimiento del arroyo.

- Pero ¿por qué caminas por al agua? Repitió el anciano.
- Mi madre y la madre de mi madre caminaban por el arroyo hacia el pueblo. Yo aprendí de ellas, no conozco la orilla. A veces cuando el cauce es pequeño y el agua está tranquila, caminar por el arroyo es fácil y refrescante. Pero otras veces, cuando llega la creciente y el agua se pone fría con el invierno, es más difícil. Explicó la mujer.

- Si caminaras por la orilla no dependerías del agua y sus caprichos. Caminarías más rápido y también te podrías sentar a descansar. Al caminar por el agua no puedes detenerte, te ahogarías. Explicó el anciano.
- Puede ser… pero no conozco la orilla y eso me da miedo. Además, al sentir el agua en mis piernas recuerdo a mi madre y a la madre de mi madre y mis días felices con ellas.

- Pero al igual que el agua fría y arremolinada, eso te causa dolor. Dijo el anciano.
- Prefiero el dolor a perder el recuerdo de ellas. Concluyó la mujer y siguió caminando.

El anciano, que no se sentía derrotado fácilmente, comenzó a acompañar a la mujer desde la orilla y dijo:
- Caminando por la orilla, tus bolsas de ropas no se mojarían y caminarías más liviana. La mujer lo observó pero continuó caminando sin decir nada.
- No sentirías tanto dolor y frío en invierno, y tampoco calor o cansancio en verano. Caminando por la orilla puedes adaptarte más fácilmente a los cambios de la naturaleza y de la vida. Podrías buscar nuevos caminos para llegar al pueblo… dijo él. – Entonces llegarías mas rápido, podrías entregar las ropas en menor tiempo y tener más clientes.

La mujer se detuvo nuevamente en silencio y finalmente dijo: - A veces la corriente es muy fuerte y no puedo ir al pueblo, entonces mi trabajo se atrasa y ya luego todo sale mal. Además, hay mucho ruido y entonces no puedo pensar claramente. En esos momentos en los que no se que hacer quisiera caminar por la orilla y cambiar pero no conozco la orilla, no se como llegar a ella y me da miedo.

El anciano la miró y comprendió su dilema: la mujer no sabía como salir del agua. – Debes dar solo unos pocos pasos, pero esos pasos deben ser firmes y a través de los mismos debes soltar tu añoranza por el pasado, por tu madre y por la madre de tu madre. Tu debes recorrer tu propio camino. Explicó el anciano.

La mujer dudó. – No me animo, dijo. El anciano le respondió: - Busca la valentía en lo profundo de tu ser, en tus entrañas, con tu respiración. Cierra los ojos, se valiente y sal del agua.

La mujer cerró los ojos y se quedó quieta unos minutos, luego dio un corto paso, luego otro mas largo y finalmente salió del agua. Se paró en el borde de la orilla, abrió los ojos y sonrió. – ¿Qué sientes? Preguntó el anciano. – Silencio y paz. Respondió ella.

La mujer primero se sentó en la tierra a descansar, ya que estaba muy cansada de caminar en el agua. Luego de un rato comenzó lentamente a caminar por la orilla, arroyo arriba hacia el pueblo. El anciano la acompañó y también regresó con ella a su casa.

La semana siguiente también recorrieron el camino juntos y la mujer a veces tenía ganas del volver al agua, pero el anciano la ayudaba a mantenerse en la orilla. Hicieron ese camino muchas veces juntos hasta que el anciano vio que ella había aprendido y la dejó caminar sola. Cada tanto, él volvía a verificar que no se metiera nuevamente en el agua, pero la mujer había aceptado y soltado su añoranza. Encontró nuevos caminos a nuevos pueblos y tuvo muchos más clientes y mucho mas trabajo. Encontró la felicidad en estos caminos y así y todo siguió buscando nuevos.

FIN.


Nuestro arroyo tumultuoso son las emociones, en la orilla se encuentra la aceptación. Para salir del agua hay que soltar, sino el peso de lo que sentimos nos hunde y no nos permite salir. Luego sobre la tierra caminamos livianos. El anciano es nuestra consciencia, que debe estar presente para lograr cambiar.

La elección de salir del agua o caminar por la orilla es de cada uno de nosotros. Podemos elegir el arroyo frío y arremolinado y continuar en él, o buscar nuestra valentía en las entrañas y salir. Cuando el anciano no nos llama desde la orilla, no nos damos cuenta que constantemente elegimos estar en el arroyo. Otras veces no prestamos atención a los llamados del anciano. Unas pocas veces los vemos ahí parado, esperándonos. Y con suerte, alguno de nosotros, lo escucha, sigue sus indicaciones y sale del agua.


Imagen: “Mujer al lado del arroyo” Lienzo de Jin Ming Li.

Tai Chi del Parque – Instructora Marcela Thesz – Córdoba, Argentina.