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1.11.07

Boxear con nuestras sombras

Aquellos que han superado a otros poseen fuerza; aquellos que se han superado a sí mismo poseen fortaleza. (Lao-Tse)


Una de las cosas más importantes que el tai chi chuan puede enseñarnos es cómo enfrentar nuestros oponente propios, aquellos que viven en lo profundo de nuestra mente subconsciente. Por eso cada mañana me levanto, veo y cuento todos esos oponentes que me visitan en mi forma de tai chi o cruzan mi espada. Y cada noche me alegro de haberlos enfrentado. Algunas veces pienso en los improperios que no pronuncié por debajo de mi respiración cuando cometí un error, y por el contrario, puse mi lengua contra los dientes en el paladar y le di la espalda a las barras de chocolate que miré pero no comí. Y así descubrí porqué los monjes en la antigüedad practicaban tai chi temprano en la mañana.

En nuestras vidas todos tenemos algún tipo de oponente mental, la mayoría de las veces invisible para los demás. Por ejemplo, todos conocemos a una persona que le encanta comer chocolate pero se siente culpable luego de hacerlo. También conocemos aquellas personas que hablan sin parar y que continúan aun sabiendo que nadie las escucha. Ocasionalmente, todos actuamos de la misma manera.

Sólo nosotros mismos podemos ver quiénes son nuestros oponentes en cada momento. Nuestra vida diaria puede verse como una larga forma de tai chi chuan, con un oponente tras otro demostrando sus talentos. A veces ganamos y a veces perdemos cuando no logramos hacer aquello de debíamos hacer. Para vencer a nuestro oponente invisible debemos practicar diligentemente. La próxima vez que nos encontremos con éste, lo venceremos.

Es muy diferente cuando el combate es con un oponente externo. Estos se encuentran ahí en frente nuestro. Los podemos tocar, sentir su presencia aun con los ojos cerrados. Es menos difícil competir con ellos aunque nos hayan dejado moretones y golpes. Es fácil encontrar los puntos débiles de otra persona que probar que uno es el más fuerte. Cuando hacemos esto último sólo demostramos lo débiles que somos internamente, es a lo que se refiere el tai chi cuando habla de no utilizar la fuerza física. El espíritu marcial no se encuentra en combates entre egoístas que desean probar su superioridad frente al otro. Siempre alguien sale perdiendo.

El espíritu marcial real existe cuando tenemos el coraje de enfrentar nuestro oponente invisible y controlarlo. Un ejemplo de una batalla con un oponente interno es decir “este no me va a controlar nunca más, lo conozco y sé lo mal que me siento luego, debo desterrarlo ahora mismo”. Posteriormente nos sentiremos felices al no haber comido las barras de chocolate. Esta es una victoria real porque sabemos que la felicidad viene de comprender una debilidad en nuestra personalidad y corregirla. Hemos logrado levantarnos desde el lodo, ahora podemos brillar y seguir adelante.

Son nuestras ilusiones y apegos aquellos que nos frenan de ver la vida tal como es, a nivel físico y espiritual. Es por ello que al mover al oponente interno fuera de nuestro camino, logramos una mejor perspectiva. Y es así como la espada del tai chi chuan puede cortar definitivamente las ilusiones y permitirnos continuar con nuestro camino.

Conquistar nuestro oponente es de hecho conquistarnos a nosotros mismos recobrando el espacio que habíamos cedido a los malos hábitos. Una vez que estos se fueron, es posible aprender muchas cosas buenas, del pasado, de la familia, de los ancestros. Conquistar nuestro oponente es como soltar aquello que nos ha preocupado durante días, o meses. Eso es lo que en tai chi chuan significa “menos significa más”, donde la práctica pura es invisible. Como un practicante escribió: “La mañana temprano es la primera en ver lo que será visible en el día”.

Y un día, luego de una profunda respiración de energía, nos diremos a nosotros mismos: “Uno por uno reconocí a mis oponentes invisibles y lo vencí a todos fácilmente”.


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Autor Anónimo
Publicado en el “YMAA Newsletter #79”
http://www.ymaa.com/newsletters/pdf


Tai Chi del Parque – Córdoba, Argentina – Instructora Marcela Thesz